El Pozuelo de las Fiestas Patronales

Era el año en que el Ayuntamiento de Madrid procuró traer a la capital toda la riqueza de España haciendo en el Prado  una feria digna de Pozuelo de Alarcón”
Leopoldo Alas Clarín ( 1852-1901). Avecilla.

“ Viene Septiembre después

con sus históricas ferias,

y sus fiestas de Pozuelo,

Carabanchel y Vallecas”

Don Ramón de Mesoneros Romanos ( 1803-1882) Cronista del Reino.” El coche Simón”( 1837)


<Ampliar>Hubo un tiempo en que las fiestas de Pozuelo se anunciaban a golpe de martillo clavando los tableros de la vieja plaza de toros. Aquel sonido rítmico y frenético empezaba a escucharse a mediados de agosto, preludiando el estruendo ensordecedor de la pólvora del sábado de la fiesta. Todos los que vivíamos en torno a aquel centro de animación, alma viva de aquellas fiestas, comprobábamos día a día como el esqueleto de astillas, construido con mas ilusión que conocimientos arquitectónicos se iba irguiendo para ser testigo orgulloso de peligros y dichas.

A medida  que septiembre  se acercaba, las calles  empinadas que nacían de los costados de la plaza, empezaban igualmente a desperezarse. Iban alegrándose y adornándose  de forma espontánea, aportando cada vecino la alegría acumulada durante todo un año. Sin embargo, y aunque era el sábado primero de mes el que abría con pregón y fuegos unas fiestas ya anunciadas, algo permanecía siempre suspendido entre los portales y los patios de aquellas casitas bajas. Se esperaba aun el instante primigenio del domingo grande, cuando, con el repiqueteo de las campanas y las gentes echadas a las calles se veía como doblaba las esquinas la figura imponente de la Patrona y Alcaldesa, Virgen de la Consolación. Entonces, era palpable, Pozuelo hervía en fiestas.

Durante una semana entera soniquetes y risas, bailes, mesas repletas, familias completas y un vinito a deshora, mantenían el cuerpo sereno hasta la madrugada, hora de tensión máxima en los rincones del viejo Pozuelo y es que el encierro esperaba. Tres cohetes anunciaban la suelta por el recorrido arriesgado de las calles de San Roque y Ramón Jiménez.

Despertaban así los valientes que enrollados en sus mantas habían dormido unas horas encaramados en la barbacana. Desde los balcones, repletos de familias pendientes de los mozos corredores, se lanzaban gritos de angustia y cuando al final, el portón de la plaza se cerraba, un suspiro quedaba en ele aire. Otro encierro moría pero la fiesta aún coleaba dentro y fuera de las casas. La alegría de aquellos días no había entonces que forzarla, se enredaba en nuestras calles y nos llenaba a todos, el alma.”

María Jesús Ruiz Rodríguez.   Remembranza (Artículo publicado en “La voz de Pozuelo” – Septiembre 2001)